En esta entrada queremos abordar un artículo publicado en el Nº 89 de la revista por experiencia, de salud laboral del sindicato CCOO.

En el número de la mencionada revista, se menciona y se alude a una cuestión cotidiana, que se da en la mayoría de las organizaciones, para las que la salud mental de las personas y los posibles desordenes mentales, son una cuestión menor, que se cumplimenta con el trámite de llevar a cabo la evaluación de riesgos psicosociales.

Dejamos a un lado, cómo se realizan las mencionadas evaluaciones, y la capacitación de quienes las realizan, en orden sobre todo, a ofrecer las las organizaciones opciones tangibles y reales que deban implantar en función de los resultados de las mismas. Esto da para otro debate.

Es cierto que existe poca sensibilidad en las organizaciones por éstos asuntos, y que esa sensibilidad solamente aflora cuando verdaderamente el problema se manifiesta, y que en esos momentos y a efectos estéticos, la mayoría de las empresas, y sus cuadros dirigentes, hablan vehemente de su preocupación por tales cuestiones, y los esfuerzos denodados para evitar tales situaciones, esgrimiendo entonces el informe de la evaluación de riesgos psicosociales y las medias que se emprendieron para demostrar que esta preocupación es cierta y tangible.

Aun cuando esos intentos denodados sean más o menos rocambolescos, el proceso no puede camuflar el producto final, es decir, no hay nada que soporte el intento, es todo humo y postureo falaz. Hablamos de un proceso de gestión psicosocial que es en algunos casos cruel, despiadado, y perverso en la mayoría de los casos, haciendo que el producto final sea detestable y generador de graves quebrantos en la salud de las personas.

Entre tanto, no queremos dejar pasar por alto que las organizaciones deben de cumplir con la normativa, en lugar de vender humo, con artificios tales como las nuevas construcciones de la psicología positiva, por medio de las cuales debemos de cultivar las emociones positivas, las creencias positivas, enfatizando cada vez más éstos aspectos hacia nuestra propia responsabilidad. Al albur de estas nuevas practicas de «management» empresarial, el trabajador cuenta con mayor autonomía, libertad, o realización personal, trasladándose la responsabilidad en el bienestar emocional y mental de los trabajadores, a los propios trabajadores, diluyéndose la responsabilidad de las organizaciones. Se trata de una técnica para el control de los trabajadores.

Pero no por ello debemos olvidar que, cuando los factores psicosociales de la organización no son adecuados y, como consecuencia, pueden provocar respuestas psicofisiológicas de estrés, pasan a ser factores psicosociales de riesgo o estresores. Por tanto, podemos afirmar que se trata de factores de la organización que pueden representar riesgo de afectar negativamente a la salud.

El artículo mencionado comienza de este modo:

«Eran los primeros meses de la pandemia y a Manuel* le dejaron solo atendiendo la cafetería de un hospital que esos días estaba especialmente concurrida. Al estrés habitual de servir los cafés y limpiar las mesas, se añadían las medidas extraordinarias de limpieza y desinfección por la Covid19. Un trabajo que, de normal, realizaba junto a otro compañero, pero que había tenido que ausentarse para cuidar a su hija, sin que la empresa lo reemplazara por ningún otro trabajador. Manuel no podía atender a todos los clientes, limpiar las mesas y fregar la vajilla para que la cafetería pudiera funcionar con normalidad observando las medidas higiénicas. Manuel explotó. Lo encontraron en la cocina con un cuadro de ansiedad después de que se le denegara el permiso para cerrar el local unos minutos para cumplir con los aforos establecidos y para limpiarlo según las medidas de seguridad e higiene que exigía la situación de pandemia..»

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Fuente: Artículo publicado en porExperiencia. ISTAS-CCOO por Laura Villadiego, Nº 89